domingo, 3 de agosto de 2014

La visión de Hrathiel - Parte II

- ¿Recién acuñadas entonces? - Preguntó el enano, examinando una de esas relucientes monedas con su mirada gris bajo esas cejas pobladas. 
- Sí, tan recién acuñadas como cuando me preguntaste las otras dos veces. Aún estaban tibias cuando las toqué en el cofre. - Hrathiel conocía la testarudez de su amigo y procuraba siempre ser transigente con ello.
- Perdona muchacho, no me gusta que me den gato por liebre. Busca cualquier moneda de curso legal y compara su peso con estas. Ya me dirás si la diferencia, multiplicada por sesenta veces y luego por mil no es notable. 
- Capaz serías de pesarlas todas, mi buen Athelstan. 
- Tengo poco más de ciento cincuenta años. Estoy en la flor de mi vida y conozco muchas canciones que amenizarían el momento. Además es una interesante actividad para dos, si lo piensas así. ¿Te animas a pesarlas una vez finalicemos esta nueva aventura?
Hrathiel sonrió un instante, volviendo su pensamiento poco después a la tarea que les sobrevenía. Tras unos minutos donde el enano siguió examinando la primera parte del pago, preguntó. 
- ¿Qué hay de Ygraine? 
- Ya sabes que siempre se retrasa. Vale más citarla con sus cuarenta minutos de margen y aparecer cuando estimemos que ella lo haría. - La falta de puntualidad por parte de la tercera compañera siempre conseguía sacar al enano de sus casillas.


Rato más tarde al fin llegó. Tocó la seña acordada para esa semana y Athelstan clamando a los dioses bajó de su taburete y se dirigió a abrir la puerta de su hogar.
- Adelante, adelante. Bienvenida al fin. Pasa, sírvete algo de beber y siéntate, que ya sabes que hay faena.
- Raz - que así costumbraba a llamar al cabecilla - ya me ha adelantado algo en su misiva. ¿Infiltrados esta vez? Casi sería más fácil plantar cara a todo ese ejército...
Una vez los tres se hallaron sentados en la mítica mesa redonda de limonero, regalo de un marqués por un antiguo favor, bebida en mano, el anfitrión cedió la palabra a quien llevaba la voz cantante.
- Una vez más - dijo el enano - me siento honrado de reuniros en mi casa. Sentíos como en la vuestra. Que los dioses nos traigan fortuna en esta nueva empresa que está al comenzar - Esas palabras abrían siempre la reunión tras la cual sus destinos se moverían por caminos de aventuras. - Cedo la palabra al ilustre Hrathiel.
- Gracias maese Chamán. Gracias a los dos por acudir una vez más cuando se muestra trabajo. - Al poco se aclaró la voz y sacó un mapa del bolsillo, hecho de piel de algún animal. Desenrollándolo comenzó a hablar nuevamente.
- Como sabéis, el abad Lotario ayer noche me sugirió un trabajo nada desdeñable, pero ciertamente complicado - señalando con el dedo su posición actual en el mapa, continuó - Nuestro objetivo se encuentra emplazado en el monte Ghan, un par de cientos de millas dentro del territorio de Norvea - al tiempo que iba narrando, movía el dedo sobre el cuero hasta señalar el pico dibujado en el mapa. Llegado a este punto, sus compañeros comenzaron la charla y el enano, risueño, muy hábilmente adivinó.
- ¡Ahá! Enclave telúrico sin duda. De ahí dicen nació la misteriosa piedra carmesí. Sin duda es lo que buscamos, pues no hay allá nada más interesante salvo nuestra propia muerte.
- Eso si no la encontramos de camino - intervino Ygraine, cruzada de brazos y recostada en su asiento.- El reino de Norvea cuenta con muchos mecanismos para identificar espías, que es lo que seremos en el momento que den con nuestros huesos ahí dentro. Aunque por veinte mil por testa, desde luego que merece la pena.
- Háblanos Athelstan de esa piedra. - Hrathiel recondujo la información sutilmente, dejando esos detalles par más adelante.
El enano mesó su larga y trenzada barba, haciéndose el interesante como solía cuando más de tres ojos le apuntaban directamente.
- Leyendas hay de todo tipo. Sin duda la más extendida aquí indica que cayó de los cielos y que su color se debe al poder que encierra: esta búsqueda tiene connotaciones políticas, pues querrá el abad la piedra para ganar la guerra. Dícese que es el fuego de los soles concentrado y que basta conocer su magia para desatar el terror de las llamas y la furia de los volcanes. - Hizo una pausa cuando Ygraine suspiró de aburrimiento - Otras leyendas atribuyen a la piedra la divinidad de un dios en letargo. Otras más allá dicen que es la lágrima incorruptible de un dragón, con lo que conlleva todo lo que tenga que ver con dragones.
- ¿Pero tú qué es lo que crees? - Ygraine, impaciente por los rodeos de su compañero, se incorporó y habló con brusquedad, como solía.
- Yo... - mesó nuevamente su barba... - no es algo común ni natural. Ha sido reverenciado durante años... pero tampoco ha hecho ruido. La versión que más cuentan los antiguos es que es un vórtice de energía pura. Bien manipulado, por medios alquímicos, térmicos o magnéticos, comienza a desplegar sus propiedades. De ahí que no se saque de ese condenado monte. Todo erudito sabe que las propiedades magneto-térmicas del gigante Ghan son particulares.
- ¿Existe peligro si se saca de allí? - comentó Hrathiel a lo que el enano respondió con una sonrisa bonachona.
- Pudiera ser. Si conseguimos llegar al objeto, considerad que acampemos en ese monte unos días. No hay que jugar con fuerzas que se desconocen.
Hrathiel e Ygraine asintieron. Sabían que, en materia de saberes, de intuiciones y de deidades, el enano era quien debía llevar la voz cantante.
- ¿Qué hay del viaje? - prosiguió Hrathiel - ¿A qué nos enfrentamos más allá de la franja de la guerra, en el corazón de Norvea? - preguntó ahora mirando a Ygraine, mujer de armas, antigua soldado y experta en la guerra.
- La cosa pinta mal. Pasar la barrera del conflicto no debe ser difícil, pero los ejércitos de Norvea tienen bien censada a la población y renuevan sus mecanismos de contra-espionaje cada pocas semanas. Desde luego que no queda otra, hay que entrar camuflados como Norveanos. Pero una vez dentro tendremos que infiltrarnos debidamente o no duraremos ni tres días. Además hay que considerar que esto nos llevará como poco un mes y una semana. Lo mejor será que suplantemos identidades, y eso únicamente podremos hacerlo demorándonos en la franja de la guerra una semana al menos, eligiendo a tres infelices de nuestro mismo perfil, interrogarles y quitarles del medio. A partir de ese momento seremos ellos y como ellos viviremos.
- Confío en ti para que nos adiestres, camino a la frontera, en sus costumbres y oficios.
Ygraine asintió. Hrathiel continuó.
- Por mi parte he investigado al abad y su círculo. Lleva semanas moviéndose por todo el reino, muy cerca del gremio de los magos. Por lo que sé, el propio rey de Gyana, a falta de moneda, le ha ofrecido un título nobiliario, medio feudo del norte y una tercera parte del terreno ganado con el fruto de su trabajo, si es que el fruto de su trabajo cambia la suerte de la guerra. Lotario lleva siete años con esta continua obsesión y ha debido encontrar algo cuando está dispuesto a arriesgar tanto capital por esa "bendición de venida de los cielos". Jamás pensé que accedería al triple de lo que me ofreció... señal de que ha de estar muy seguro o desesperado. Los conventos y templos los ha convertido en universidades camufladas donde sus monjes, otrora sacerdotes volcados en su pueblo, dedican más de diez horas al día al estudio y la investigación de nuevas técnicas militares. De hecho las últimas victorias de Gyana en la franja las arroga él gracias a su fuego azul y nuevas armas de proyectil. A falta de más tiempo es lo que he podido sacar, pero detrás de toda esa ambición debe haber algo más.
Todos dedicaron unos minutos a reflexionar y a conjeturar al respecto. No quedaban claros los motivos; patrióticos, megalomanías, excentricidades, fervor,... Finalmente, Hrathiel concluyó.
- Dije a Lotario que partiríamos pasado mañana. Dejo en vuestras manos las compras habituales. Cinco veces mil monedas para cada uno de nosotros deben ser suficientes para realizar todas las adquisiciones que vayamos a necesitar.


Continuaron hablando durante un par de horas, perfilando detalles en lo referente a la logística, puntos de entrada, estrategias y pertrechos. No se percataban que, pese al peligro inminente que estaban dispuestos a asumir, reían y bromeaban como quien planea una escapada de solsticio. 




Dungeons & Dragons Dwarf as Athelstan

Aela the Huntress as Ygraine

Elric from Melnibone as Hrathiel



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